lunes, agosto 22, 2005


IDEARIO NACIONAL



La reflexión ciudadana es tal

si se hace pública, de lo contrario

sólo es opinión soterrada



Aristo Cartessi


P
ara muchos el título puede producir evocaciones de pretéritas lecturas, de documentos históricos, o de añejos estudios de eruditos e investigadores, lo cual podría representar una percepción muy generalizada. Sin embargo, esa sería una postura apoyada en la forma y no en el fondo.

La expresión ideario nacional, trasunta ampliamente una noción epidermial, y su sentido radica realmente en la esencia de fondo.

Las tradiciones de un país, en los diferentes hilos de su trama y urdimbre, nos provocan la sensación de que nos alcanzan desde el pasado en forma lineal y continua, es decir, la idea de que trascienden las variadas y diversas contingencias que una comunidad vive a través de su historia, que el paso del tiempo corre como el río bajo el puente, que éste continúa allí a pesar de que a cada segundo las aguas que lo cruzan son distintas, con otros sedimentos, temperaturas diversas, de caudales variables. Y no nos equivocamos, las tradiciones son precisamente el bagaje resultante del conjunto de episodios que una sociedad ha vivido y que permanecen en el tiempo.

Por otra parte, si nos remitimos al ordenamiento del pensamiento humano, fundamentalmente aquel plasmado en la literatura y las artes plásticas, podemos tomar el concepto “clásico”. Este se refiere a aquellas creaciones u obras del hombre que concebidas en tiempos remotos o pretéritos aún mantienen su plena presencia e identidad en nuestra actual sociedad.

Pues bien, quienes formamos nuestra actual nación, desde nuestras diferentes actividades, diferentes puntos de vista y distintas concepciones de la vida, asistimos a un momento en que, pareciera ser, que los valores trascendentales de una sociedad, aquellos que le dan sentido a la existencia en verdadera dimensión humana, están distantes, especialmente para los más jóvenes que ven que sus adultos están enfrascados en discusiones centradas en el hoy absoluto o en el futuro más inmediato, y los ven menos preocupados de trabajar por entregarles un mundo más sano, estable y propicio para los proyectos de vida que les preocuparán a ellos, de dejarles una sociedad que les permita vivir con tranquilidad, forjar sus existencias, construir sus familias e ir en mejor forma hacia la búsqueda de la felicidad. ¿ Acaso ésta última no es la cúspide de la aventura humana por la vida?.

Ya es momento que hagamos un alto en medio de la contingencia, como un sólo pueblo monolítico, y dediquemos unos momentos a pensar en el futuro en forma integral y, por sobre los objetivos parciales, reflexionemos en los intereses superiores de nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, y todos aquellos que verán la primera luz en el tercer milenio.

Ya es momento de pensar en unirnos en torno al futuro de las personas que constituyen nuestra nación. Es instante de pensar en buscar un mecanismo que permita elaborar nuestro ideario nacional, un verdadero encuentro por el futuro.

Que cada uno continúe en sus actividades habituales. Que el médico siga atendiendo a los enfermos que lo necesiten, sanando sus organismos y dándoles más del gusto vital por la vida. Que los sacerdotes, rabinos, pastores y maestros se mantengan preocupados de ayudar a la espiritualidad de nuestros hombres y mujeres, tan necesaria para seguir caminando optimistas de la vida nuestra y de los que vendrán. Que los políticos procuren elevar la ciencia política a la categoría de arte y que la actividad de gobernar una sociedad sea una labor noble y deseable como cualquier otra vocación, verdaderos pensadores de cómo organizar un país, para alcanzar la paz y prosperidad por todos deseadas. Que los artistas sigan pintando y esculpiendo para el alma de los seres humanos, extasiando cada vez más a los sentidos, embriagando el espíritu hasta llevarlo al cenit de las emociones. Que la voz del que canta se levante por sobre tópicos chabacanos y el amor en su más profunda esencia inunde su pentagrama, y que sus melodías se propaguen por todos los confines de nuestra tierra. Que quienes hacen su vida en las actividades deportivas, que mueven masas gigantescas de personas, reflexionen que su función fundamental es entregar disciplina y amor por su arte a quienes las practican, y a quienes disfrutan observándolas entregarles una sana actividad de recreación y esparcimiento, en justas de honor y colorido deportivo, basta ya de hooliganismos y absurdas regulaciones basadas en ingenios legales, el mal está en el espíritu y no en preceptos jurídicos. Que los artesanos hundan sus manos más y más en sus materiales y extraigan de ellos la armonía que encierran desde la creación. Que los soldados hagan de la defensa un valor social e histórico de inequívoca admiración, y que abrazar la carrera de las armas evoque sentimientos patrióticos que contribuyan a amalgamar la paz en su más profundo sentido de armonía en nuestra sociedad. Que nuestros trabajadores no laboren en una construcción, sino que se sientan constructores de la expresión material de hogares venideros, en donde el amor dará paso a los niños que representan el futuro del mundo. Que el poeta se erija en trovador de los sentimientos humanos y que el mundo nítidamente lo reconozca como verdadero protagonista en la vida planetaria. Que el agricultor extraiga de la tierra no un producto sino el alimento, con las texturas y colores, para el goce de los paladares de todos nosotros. Que el empresario tome su tarea de creador de riqueza no sólo para sí, o para satisfacer los números requeridos por las alícuotas patrimoniales, sino también con sentido claro y de íntima autenticidad de aportar esa riqueza al patrimonio común de nuestros países.

Otorguemos la dimensión justa, en nuestra escala de valores, a expresiones, ideas y prácticas que contaminan el alma de nuestros jóvenes y también las nuestras. Debemos erradicar toda expresión atentatoria a la sanidad de nuestros valores esenciales. La búsqueda de la paz, la armonía, el desarrollo en un sentido integral y el amor y la felicidad deben definir el curso de navegación de nuestra sociedad.

Debemos reunirnos todos, sin excepciones impuestas, en un verdadero cabildo, un cabildo ciudadano, una entidad a la que asistan todas las ópticas, expresiones, ideas, formaciones, profesiones, cada miembro de la familia nacional. Todos sentados en torno a la mesa de nuestra familia, de nuestra patria, de la familia universal, dispuestos a pensar y repensar nuestro futuro, el gran futuro de nuestra sociedad, el futuro milenario que va por delante. No hablo de mesas de moda, hablo de aquella que llevamos dentro del alma, con su esencialidad y principios celulares, ella no tiene principio ni fundamento material, no tiene masa ni dimensiones físicas, recurre a la naturaleza para que los hombres, en su muchas veces infinita ceguera, puedan percibirla a través de los sentidos básicos. AC

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Es un verdadero hito que alguien como Aristo Cartessi emerga, en un mundo convulsionado por Don Dinero, con una luz de ánimo para las futuras generaciones.
René Acheveque

8:01 p. m.  

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