martes, agosto 23, 2005


REFLEXIONES EN TORNO
AL CRUDO



A veces no tenemos la capacidad

de extraer la sustancia de los hechos

contingentes, sin embargo, en un análisis

somero ya advertimos que, incluso,

el futuro de la civilización puede

verse afectado.



Aristo Cartessi


Es de general aceptación que las personas menos afortunadas, en el contexto económico, son la primera prioridad en el uso de los recursos públicos sociales. De esto se infiere que el otro extremo del espectro, el que tiene de sobra o no necesita, ve notablemente reducidas o simplemente nulas las posibilidades de acceder a estas partidas presupuestarias. Se sigue, entonces, que existe una gradiente de aplicación de recursos.

De modo que al estudiar el impacto de tributos, subsidios o variaciones de precio de los bienes transables se debe tener debida consideración de esta gradiente, para producir resultados que maximicen la correlación con el mundo real.

En este orden, toda decisión de la autoridad económica es un conjunto de medidas, multivariable, multifactorial, que se plasma en una determinada política. En correlato a la reflexión en curso, los mecanismos e instrumentos de política económica, deben ser, entonces, una función del comportamiento de la gradiente de requerimientos, mediante lo cual se asegura el interés por el bien general de la comunidad.

Un ejemplo es el alza internacional del precio del crudo, que se da coincidentemente con el incremento del precio del cobre. Una política que busque morigerar los efectos del alza debe considerar al menos:

Un diseño con correlación tendiente a uno respecto del perfil de impacto del gradiente de aplicación de recursos. Más apoyo a quienes tienen más dificultades ciertas para hacer frente al impacto.

  1. Los instrumentos a aplicar deben ser percibidos directamente por los ciudadanos. Bonos, subsidios, impuestos u otros deben ser traspasados sin interfaces del fisco a la población. Las formas indirectas son difíciles de medir o percibir en la caja familiar y, desde una perspectiva agregada, solamente contribuyen a acentuar un cierto grado de no transparencia de la autoridad.
  2. Las disposiciones, normas o políticas deben simplificar, hasta la mayor sencillez, el lenguaje empleado en las comunicaciones mientras más requirente o destinataria de recursos sea la audiencia a la que se le comunica.
  3. Similarmente al ingreso familiar el PIB nacional contempla usos corrientes, de inversión y de ahorro. Entonces, si consideradas están estas partidas, los excedentes, como el alza del precio del cobre, tenderán a amortiguar el costo contable directo del fisco que tengan las medidas para enfrentar el alza del crudo, facilitando así su implementación.
  4. Transparentar las relaciones causales, dependencias funcionales y estructura de la política a ejecutar, así las autoridades elegidas por imperio del sufragio, directa o indirectamente, representarán en mejor forma el mandato recibido de la nación.
  5. Si la medida, además, es asociable o genera diseños de largo plazo, debe contemplar debates y discusiones orientados preferentemente a hacer de los desembolsos contingentes adelantos de planes de inversión y no gastos (erogaciones no capitalizables), que no generan retorno o beneficio estructural alguno al interés nacional. En nuestro ejemplo, la tan famosa y comentada matriz energética, no hay camino sino pensar el país que deseamos en cincuenta o más años, y estrictamente en función de esta perspectiva diseñar las inversiones correctas, en hidroelectricidad masiva, energía atómica, eólica y otras no contaminantes; en lo que respeta al gas y el petróleo, en esta perspectiva, su perfil de precios tendría crecientemente menos incidencia en la estabilidad de la actividad nacional. Otros caminos, simples paliativos.

No obstante, para materializar lo anterior, se necesita de elementos distintos a los recursos económicos y financieros, las herramientas de la economía y las disciplinas que intervienen, es menester considerar como fundamental a los actores, es decir, las personas que tienen en sus manos influir o trabajar en el diseño de las políticas apropiadas para el caso.

Se necesita de la disposición y del concurso de la solidaridad (aquellos que recibirán menos deben entender y aceptar que también necesitan menos), expresada concretamente en los votos que permitan hacer realidad los cuerpos normativos contenidos en los proyectos de ley.

Nadie podrá discutir que la aspiración a la felicidad, en términos de alcanzar niveles humanos de desarrollo más elevados, oportunidades reales, constantes y crecientes, mejoramiento del clima de coexistencia de la sociedad, paz y seguridad social, salud sin faltas o carencias, educación como eje objetivo de los gobiernos y no indexada a mercado alguno, es legitima de toda persona y requisito de carácter esencial en el establecimiento de una auténtica y concreta economía de la solidaridad.

Es deber de la sociedad, en consecuencia, excluir radicalmente toda suerte de egoísmo o excesivas ambiciones que, en función de su grado de intervención o influencia –poder- así podría convertirse una sociedad imperfecta en una democracia sana, modelo o ejemplo de implantación.

Contrario sensu, de no excluirse estos excesos, se avasallan las estructuras democráticas hasta convertirlas en anarquías o naciones con gobiernos autoritarios que, amén de llevar sufrimiento a sus ciudadanos, aportan indeseable entropía al equilibrio general de las naciones. Quizás esto último es más traumático que aquello, pues si se desestabilizara críticamente el equilibrio mundial, los costos humanos y materiales podrían ser irreversibles unos y otros tomarían décadas en ser recuperados, con el profundo retroceso que la civilización experimentaría. Luego, manejar el alza del crudo, no es en lo más mínimo un juego del viejo pascuero por un lado, ni una defensa corporativa de intereses particulares por el opuesto. Es una de aquellas oportunidades en que los ciudadanos tenemos la oportunidad de sondear si entre la dirigencia general habrá alguien que tenga, al menos, destellos de la tan escasísima semilla de estadista, una de las tres semillas que permiten el avance y no el retroceso señalado de la humanidad: intelectuales racionales, estadistas y hombres de fe. AC