viernes, septiembre 02, 2005


TRABAJO, LA SEGUNDA COLUMNA

¿Quién no podría estar

dispuesto a trabajar,

aunque sea duro,

no para picar piedras,

sino para construir catedrales?



Aristo Cartessi

Millones de hombres, a diario, se levantan por las mañanas para ir a sus trabajos, otros millones salen en busca de él, y otros, cansados de salir tras uno, comienzan a rumiar el síndrome de la pobreza. Una pequeña fracción de hombres, contrario sensu, controlan las grandes empresas, los estados y el dinero. No crean adivinar la línea que plantearé, creo que estos antecedentes resultan ser la mejor combinación, el mejor de los mundos. Si la cúpula lo decide, basta una simple decisión, puede resolver el problema ipso facto. Creando una cantidad marginal de puestos de trabajo, que no afectarán los macropatrimonios o el valor de los dividendos, ni menos la recaudación de tributos, el desempleo, la cesantía, el paro tendería a la extinción. Insisto, son condiciones inmejorables para dar solución a esta suerte de castigo, que afecta a millones de padres y madres de familia. La educación la simbolizamos como la primera columna, el trabajo es la segunda, una tras otra, éstas y las siguientes, levantadas armónicamente, tienen la capacidad de llevar a cabo la más grande revolución que el hombre, desde que se irguió, pueda concebir. La revolución de la sociedad justa y perfecta, la antesala casi del estadio superior regido, por fin, por la naturaleza humana pura, como centro de la vida civilizada.

En una universidad privada, hace algunas semanas, se distribuyó un bono, dividendos en realidad, de un millón de dólares, entre cinco de sus directivos propietarios. Al tiempo que muchos alumnos estaban o abandonando la universidad o endeudándose hasta la camisa. Además, muchos profesores, conforme al mercado, aceptaban honorarios insulsos por su entrega académica. Me pregunto si afectaría, sustantivamente, sus riquezas, si por un lado incrementaran las rentas de esos docentes o contrataran nuevos académicos para aportar al desempleo, y por el otro apoyar estudiantes agobiados por sus realidades, que abandonan la universidad. ¿Podría un director o gerente de empresas, acercarse a la línea de pobreza, si aportará un mínimo para que la compañía integre un nuevo trabajador, con la consiguiente recuperación de dignidad de los miembros de la familia?. O, ¿qué pasaría si un Gauguin o un Van Gogh que embellece la recepción de la presidencia, se licúa para financiar nuevos puestos de trabajo?, al fin, igualmente lo podrían apreciar en el museo de bellas artes.

Todos trabajando, todos adquiriendo, todos produciendo, todo funcionando. Mecanismo racional y simple. Los que pueden deben demostrar su creatividad empresarial, diseñando nuevos proyectos, rentables, que generen beneficios y produzcan trabajo. El mundo está lleno de riquezas y oportunidades, en lugar de fanatizarnos con lo de siempre, busquemos nuevos derroteros, nuevas oportunidades. Abramos nuestras mentes a propuestas refrescadas y vitales, a ideas renovadoras, a iniciativas con francas externalidades positivas, en que el beneficio para las personas sea el eje rector, no más el frío criterio de la rentabilidad por acción.

Es la ocasión de hacer de los vergeles y los patios industriales centros de desarrollo y calderos en que se elevan los aportes y las propuestas. Mientras políticos centran su trabajo en un conjunto de iniciativas de carácter operativo o de interés parcial, como el mecanismo de acceder a un sillón en el parlamento o el cómo financiar campañas, o algunos empresarios buscan las desgravaciones impositivas o exigen al estado le garanticen la carencia de riesgo, hay otros que esperan que, por sobre estas actuaciones, surga la creatividad y el genio que se espera de ellos, ¡si su rol es, en esencia, construir, pero construir para la sociedad, no para ellos!.

Por lo demás, no tengo la menor duda al respecto, la sociedad toda está lista para asumir la parte del trabajo que le corresponda, en la construcción universal. ¿Quién no podría estar dispuesto a trabajar, aunque sea duro, no para picar piedras, sino para construir catedrales?. No debemos engañarnos ni menos desconfiar entre nosotros, cada uno lleva la semilla del hombre bueno rousseaniano y la musculatura de Aquiles, dispuesta y preparada para erigir la sociedad que todos queremos.

El hombre ha protagonizado aventuras y gestas que nos enorgullecen, millones de registros nos muestran de lo que somos capaces, queremos creer que las insanias, intolerancias y desatinos son solamente accidentes involuntarios. Desde esta perspectiva, la esperanza en la cordura y en las dotes que cada uno de nosotros, ciertamente, posee, deben trasmutarse en la energía, la fuerza y el empuje que se necesita. Así, estará en nuestras manos, no en las de otro, la erradicación de la falta de trabajo, una de las mayores afrentas que puede experimentar un hombre. ¿Quién asumirá el inicio?.AC