martes, septiembre 06, 2005


SEGURIDAD SOCIAL, LA TERCERA COLUMNA

Al final de una larga

vida de trabajo, sólo

algunos, en los números

universales, pueden

retirarse “tranquilamente”.


Aristo Cartessi

En artículos anteriores me referí –in extenso- a dos columnas fundamentales, a mi particular criterio, para la construcción de una sociedad más justa y perfecta: la educación y el trabajo. La “triada esencial” se cierra con un aspecto que, ciertamente, permite contar con los cimientos, para emprender la obra central: la materialización de una organización planetaria que nos haga merecedores a la denominación de Humanidad. ¿Qué duda cabe que la Seguridad Social señala el cierre de la circunferencia perfecta?.

Efectivamente, si –por un instante- asumimos que los postulados previos están en el correcto curso de navegación, y a su velocidad de crucero, y, por otra parte, incorporamos ceteris paribus, podemos constatar que, particularmente en los países menos desarrollados, la educación suficiente y el trabajo digno no bastan. Las restricciones a la salud y a las pensiones de jubilación pueden echar por tierra todo lo avanzado.

En el campo de la salud es indiscutible que los avances de la ciencia han impactado positivamente los índices más adversos, no obstante, es el resultado agregado de la sociedad total, del camino propio de evolución que caracteriza al género. Sin embargo, aún persisten enormes distancias entre los seguros de salud privado y las administraciones gubernamentales de sistemas alternativos. Los sistemas privados, basados en el recaudo de mensualidades, descontados de las remuneraciones de los trabajadores, ofrecen beneficios crecientes, conforme a los niveles de ingreso, es decir, a mayor ingreso mejor salud, contrario sensu a menores ingresos...

En principio, y con una mirada superficial no carece de “lógica”, pero con una lectura adicional, si observamos los “pisos” o mínimo conjunto de prestaciones, estos resultan inalcanzables, en términos de cobertura, libre elección y tecnología, para los ciudadanos de menores ingresos, que se ven impelidos a usar los seguros estatales; y para sus adscritos...¡ay de ellos si pierden el empleo!. Los servicios estatales, lamentable y generalizadamente, operan lejos de criterios mínimos de respeto hacia sus usuarios; sin ir más lejos, “detalles” como escasez de sábanas, camas pintadas, baños higienizados, medicamentos suficientes, tiempos de respuesta infinitos, ejemplifican una realidad dura y que tenemos la obligación de resolver. La rentabilidad no siempre guarda una correlación mayor a uno con el bien social entregado, es más, una sociedad de mayor equidad choca, en algún momento con la fraternidad. Esta es la ecuación que hay que solucionar.

Por otra parte, al final de una larga vida de trabajo, sólo algunos, en los números universales, pueden retirarse “tranquilamente”. Los trabajos más modestos reportan menores ingresos, un feroz desgaste físico y mental, y también un retiro, que más que el inicio del descanso, es el comienzo del tercer tercio de la vida en un verdadero purgatorio, real y concreto. ¿Es posible que luego de una vida completa dedicada a realizar el aporte individual, a la construcción universal, haya personas a quienes la sociedad desconoce tal aporte?. Es cierto que una forma de premiar, históricamente, los logros de los seres humanos es el patrimonio y la gloria, pero, por otra parte, nos preguntamos nuevamente, ¿Qué tanto cuesta alcanzar mínimos dignos, humana y solidariamente dimensionados, no producto del vórtice del mecanismo social sino que ex profeso establecidos los ciudadanos del mundo?.

En ciertas instancias se democratizan las diferencias: en el clamor de los estadios, en las ceremonias litúrgicas, en ciertos círculos, en el deambular por las calles, pero la realidad, inequívocamente, surge siempre. A la salida de los campos deportivos, unos regresan en hermosos coches, otros en guaguas, buses o micros, otros con aventón. La idea no es una sociedad estándar, uniformada ni con un solo formato, sino que, aceptando las diferencias, la brecha en la distribución del ingreso alcance cuantías humanas, que den la posibilidad de que cada cual pueda construir su propia felicidad en torno a un proyecto de vida, y heredar a los que vienen atrás un campo más fértil.

Un buen comienzo es formular sistemas de Seguridad Social, salud y jubilaciones, que inicien el camino que permitirá alcanzar la meta. Seguramente una reducción de la rentabilidad por acción, un descenso infinitesimal en las rentas de los percentiles superiores un adecuado re-enfoque de los fines de lucro o un incremento de la eficiencia en la administración de los presupuestos públicos, no causen la pobreza de nadie, pero, lo que sí es cierto, es que serán millones los seres humanos, repartidos por el mundo, que se acercarán o superarán las líneas de pobreza, que puedan educar a sus hijos o comprar una vivienda. O, simplemente, unos cuantos millones de trabajadores retirados, ancianos, puedan, al menos, morir con dignidad.

La tarea es ciclópea, pero el desafío cumplido retornará la energía para seguir desbastando las piedras fundacionales de la fascinante sociedad levantada por el hombre sobre la portentosa Creación.AC

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

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7:34 p. m.  
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Anonymous Anónimo said...

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