jueves, septiembre 22, 2005



EX LIBRIS




A pesar de los avances

tecnológicos, en esta

“era digital”, el libro está

predestinado, desde los

primeros tres minutos del

universo, irreversiblemente

a ser inmortal.


Aristo Cartessi

La primera vez que lo tuve sobre la palma de mis manos no era más que un montón de páginas impresas, encuadernadas y presididas de una portada. “De la Tierra a la Luna” escrita en caracteres grandes resaltaba sobre la cartulina de la tapa. Concluida la lectura primigenia –la primera de trece debo precisar- mi vida había experimentado el primero de tantos cambios trascendentales, propios del periplo de todos los hombres en el devenir de sus existencias.

Una enorme ventana se abrió a partir de ese instante. Descubrí los secretos maravillosos de la geometría euclidiana, impreso en suave couché. El hallazgo de las vidas de Newton, Pascal, Da Vinci, Mozart, Pasteur, surgieron de amarillentos volúmenes de segunda mano seleccionados cuidadosamente –compraba dos o tres por el precio de uno nuevo. Los campos de Waterloo se me fijaron multicolores en la imaginación. El monólogo de Segismundo “...nace el pez, aborto de ovas y...apurar cielos pretendo...”, me situó en la escena junto a él. El Quijote absorto en su enajenación maravillosa, ejemplo de idealismo, puro e íntegro me mantuvo observando mi entorno durante largo tiempo. Pero Verne, ¡Verne! El grande, el visionario, iluminado y anticipado, él me llevó por todos sus textos, en una carrera frenética y fascinante; la curiosidad científica, la apreciación estética, la búsqueda de los ángulos esenciales de la humanidad, despertaron, se expresaron y me envolvieron hasta la catarsis. Tal como Dostoyevsky me dejó derrumbado con los pesares de Raskolnikov, Tolstoi me ilustró aquella sociedad rusa de antaño, la de uniformes majestuosos y doncellas extraídas del sol. Y el Diario de Viaje de Marco Polo, una vida de sueño para emprender lo que uno se propusiera.

Desmiento de inmediato el carácter de evocaciones bucólicas o iluminación medioeval, sólo pretendo reponer la trascendencia del ex libris estampado en las tapas de libros memorables, en hogares memorables, que daban al dueño y los suyos la oportunidad de concebir, analizar y formular su propia cosmovisión de sociedad, descubrir el sentido de la vida –más allá de la coyuntura-, establecer principios, valores e idearios. No es casual que los grandes constructores de la civilización se nutrieron de miles de páginas bellas, sólidas, que han trascendido todas las barreras de los tiempos. No es el azar, la casualidad o la simple coincidencia, el constructo del hombre está recogido y contenido en las miles de toneladas de libros, almacenados en todo el mundo. Eso hace del libro una fuente de saber y sabiduría de excelencia y un tesoro por antonomasia.

Nada es comparable a la experiencia de sumirse en el mundo que el libro nos pone al frente, no hay vivencia más emotiva que descubrir las claves de la travesía del hombre entre los párrafos de un hermoso libro. A pesar de los avances tecnológicos, en esta “era digital”, el libro está predestinado, desde los primeros tres minutos del universo, irreversiblemente a ser inmortal. No bastó la desaparición de la biblioteca de Alejandría, la descomposición de los rollos y los papiros, las quemas masivas –en todas las latitudes- por regímenes insensatos del siglo pasado, el libro continua más vivo que nunca.

Más allá aún, jóvenes, adultos, de todas las lenguas, razas y culturas, tomen una pluma, un bolígrafo o el teclado de un computador, y dejen sobre el papel, del tamaño o color que sea, sus ideas, inquietudes y sueños –por más descabellados que parezcan. Los editores, una especie escurridiza muchas veces, en algún momento les abrirán las alamedas. Sus padres, sus hijos, todos los suyos y el mundo entero se los agradecerá.

El hombre nace para ser protagonista, no espectador, cada uno en su frente tiene la tarea superior de honrar a la civilización con una contribución. En medio de un mundo que se despersonaliza cruelmente, la única fuerza de cambio es el propio hombre. Ojalá, mañana me tope, y ustedes, con algún volumen con el rótulo ex libris y en hermosas y grandes letras escrito el nombre de muchos de ustedes...que se atrevieron y nos legaron un mensaje que permitirá construir el edén, aquí, en el mundo real y no en una fumarola onírica que se desvanece con una simple brisa.AC